Hay cifras y testimonios que estremecen. Empecemos con esta cifra: 300 instituciones educativas, de 15.000 a escala nacional, es decir, el 0.02%, están dentro del programa escuelas seguras, como respuesta a la violencia desatada en los últimos años por la presencia de grupos del crimen organizado en buena parte del Ecuador. El dato, dado por el subsecretario para la Innovación Educativa del Ministerio de Educación, Gustavo Ayala, es un claro ejemplo de que las urgencias son enormes y que queda muchÃsimo por hacer en lo que se refiere a garantizar que los menores se mantengan en los centros educativos. Más aún cuando la cifra de deserción, para el año escolar pasado, a escala nacional, ronda los 100.000. SÃ, esa es la cantidad de quienes no volvieron al sistema escolar y que no hay certeza sobre lo que ha ocurrido con ellos.
El plan del Ministerio, que arrancó antes de la posesión del actual Gobierno, pretende no solo que los chicos se sientan y estén seguros en sus lugares de estudio, sino que el ingreso y los alrededores de los centros de educación también les den esa garantÃa. DesafÃo mayúsculo cuando esas escuelas están en zonas controladas o en disputa por algún grupo delincuencial. De ahà también la importancia del involucramiento de padres, profesores, estudiantes y, por supuesto, la gente de la zona para mantener las escuelas abiertas.
Vamos ahora con los relatos: el crecimiento del número de embarazos adolescentes también tiene parte de su explicación en las relaciones que están estableciendo las jóvenes con los integrantes de esas organizaciones, a veces, por temas aspiracionales: un celular, ropa, comida, huir de la violencia de sus hogares… Los psicólogos que trabajan en escuelas en zonas de riesgo comentan esto, asà como las amenazas que reciben y el trabajo que deben hacer para tratar que la última opción sea que los menores no vuelvan a las aulas. Ellos hablan de que quienes se retiran de las escuelas tienen un 22% más de probabilidad de engrosar las filas de la delincuencia.
El esfuerzo de profesores y psicólogos se enfoca en tratar de escucharlos, de lograr cercanÃa con ellos y apoyarlos para que no dejen sus estudios, lo que ha hecho que accedan a que algunos tomen sus clases en lÃnea o ingresen o salgan más tarde, los busquen en sus casas…
A esta información que se dio, la semana pasada, en el Seminario Internacional: Prevención del reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes, de la Universidad Andina Simón BolÃvar, hay que agregar el testimonio desde el Vicariato Apostólico de Esmeraldas, a través de su coordinador José Antonio Maeso, sobre el incremento del racismo y la aporofobia contra la población afro. Su condición ha hecho -dijo- que, especialmente la fuerza pública, los mire y los trate como si todos fuesen integrantes de los grupos delincuenciales, es decir, como terroristas.
Este diagnóstico, sin duda, asusta y muestra que, a la polÃtica del paÃs, en materia de seguridad, le falta. El compromiso de algunos no será suficiente. El desafÃo está frente a todos, ojalá y lo asumamos.