Eurovisión, el gran espectáculo televisivo del Viejo Continente, podría -tras su 59ª edición– complacer a la Unión Europea y su lema de ‘Unitas in diversitate’. El triunfo de Conchita Wurst fue voz y excentricidad, la música desde la imagen, la TV como plataforma del activismo, “una victoria de la tolerancia”, el espectáculo perpetuando su ilusión… ¿Se premió al talento o a la imagen irruptora?
El show está a la caza de un envoltorio que marque la diferencia y Conchita supo dárselo. Detrás está Thomas Neuwirth (Gmunden, Austria. 1988), un joven artista homosexual que buscaba el éxito desde sus 17 años saltando en el trampolín de los programas televisivos de talento. Si bien pudo mostrar su voz en ‘Starmania’ y después como parte de la banda Jetzt Anders!, sería como Conchita Wurst que no pasaría desapercibido.
La creación del personaje se inició en el 2011. Se dio en el plano físico (la melena oscura y una barba postiza que le cubre las mejillas y el mentón), y en la reinvención de su pasado (Conchita nació en las montañas colombianas. Thomas no conoce Colombia y tampoco habla español). El nombre de su álter ego responde a la imagen de ‘mujer latina caliente’ y a la ironía del apellido Wurst, (‘salchicha’, en alemán).
Las ideas que el artista ha argumentado como fundacionales de su personaje se resumen en “una declaración de intenciones en busca de tolerancia y la aceptación: no trata sobre las apariencias, sino sobre el ser humano”. Vivir su vida como cada uno quiera es una declaración irreductible de libertades, mas -en el contexto del espectáculo- incluso esta afirmación se suma como elemento coactivo de la ilusión mediática.
Defensora del respeto y la tolerancia, Conchita es también una diva en la tarima ¿A quién se premió finalmente? La identidad se transformó en producto y, como tal, -en el ámbito comercial- se ‘testeó’ durante un año y medio, hasta que las audiencias prestaron atención y elogios a tal transformación. No se trata de un transexual, sí de un ‘drag’, que asume esa personalidad de Conchita cuando se halla sobre el escenario.
Su barba no dejó indiferente a nadie, a tal punto que la irrupción de su imagen ha relegado los comentarios sobre su capacidad vocal al coronarse en Eurovisión. Lo hizo con Rise Like a Phoenix, en una gala donde su actuación se acopló con el exceso característico de la puesta en pantalla… luces, colores, una cámara frenética, decorados, 3D… el show en su instinto.
Esa misma barba ya trascendió al personaje y al concurso de canciones. Ahora es un ícono de tolerancia ante la diversidad. Así lo demostraron los fans, que recibieron al artista en el aeropuerto a su regreso a Austria: entre los aplausos y los vítores, muchos de ellos llevaban pintada una barba. Frente a ello Conchita declaró: “La victoria de ayer no fue para mí, sino para las personas que creen en un futuro sin discriminación”.
En la lógica del espectáculo, la política no fue indiferente ante el éxito de Conchita. Se habló de diversidad y tolerancia en una Austria que, en un primer momento, no apoyó ser representada por un homosexual (con un 79% de rechazo de la población; y 31 000 personas en la página ‘Anti-Wurst’). El show seguirá siendo tal, pero quizá propicie algún cambio de mentalidad.