Resaltar las bondades constructivas y decorativas de la madera es como llover sobre mojado. Todo el mundo conoce que es uno de los materiales que el ser humano ha utilizado con profusión desde el neolítico.
Lo novedoso, lo actual de la madera -en todas sus aristas- es la forma como se la extrae, se la procesa y se la utiliza. La tendencia pasa por el reciclaje, el uso amigable con el medioambiente y la utilización de la mejor tecnología para optimizar los procesos y proteger el entorno.
Esos parámetros son los que guían la producción de Madebú, una empresa dedicada a sacarle el mayor provecho a la madera.
En esta empresa, explica Diego Moscoso, el 80% de la madera es reciclada: tanto de productos propios como de terceros. El porcentaje restante nace de bosques certificados y de árboles como la teca y el bambú, cuya existencia no está en riesgo como sucede con especies como el bálsamo, el chanul o el guayacán.
El bambú y la teca son recursos sostenibles y renovables que, procesados con tecnología avanzada, permiten obtener elementos estructurales como pérgolas, decks (pisos que cubren patios o espacios exteriores), ventanas, puertas y pisos interiores. También se diseñan y fabrican muebles de gran categoría.
Para todas estas aplicaciones, Madebú utiliza una tipología flexible y versátil: la madera laminada. Con esta -en forma de láminas, tucos, tiras- se fabrican desde molduras para cuadros hasta vigas para las pérgolas, pisos extraduros, decks…
La maquinaria de este taller produce láminas de distintos espesores y tamaños, además de bambú y teca, en maderas tan distintas como colorado, seike, virola (traída de la Amazonía), sangre de gallina, balsa…
La madera laminada, explica Moscoso, es más estable, resistente y visualmente más vistosa que la normal.
“Además, se pueden lograr estructuras de grandes dimensiones y luces, como sucede a menudo con las pérgolas”.
¿Cómo se logran estos resultados? Con dos procesos esenciales. Uno de ellos es el ensamble de las láminas, que tiene el nombre de ‘finger joint’, porque los cortes se parecen a los dedos de una mano; pero multiplicados por lo que la lámina requiere. Los ‘finger joint’ salen listos desde una cortadora automática.
Una vez unida la lámina en la longitud requerida, se juntan varias láminas mediante un pegamento especial no soluble en agua. Una vez pegadas las láminas necesarias, pasan hasta la moldurera, una máquina-maravilla que es capaz de elaborar las formas, los cortes y los chaflanes más difíciles y raros.
Es una máquina tan precisa -llena de cuchillas de diversas formas y dimensiones- que las variaciones son de mm de tolerancia (exactitud).
Una de las vigas más requeridas son las que están formadas por láminas de balsa forradas por los lados con laminillas de bambú. Estas vigas son livianas y, al mismo tiempo, muy resistentes y se utilizan mucho en pérgolas y otros ingenios parecidos.
Otra innovación de este taller es la inmunización de las maderas. Esta no se realiza por medios químicos sino naturales: a base de la elevación de la temperatura de la madera hasta 200°C.
Este trabajo hace que haya el 100% de penetración y que eliminen polillas y xilófagos.