Un antiguo mapa de San Francisco de Quito, elaborado por Ascarai-Herrera en el siglo XVIII. Foto: cortesía Wikipedia
Debemos valorizar la versión de Juan de Velasco por su calidad literaria y contenido mitológico. Esas hermosas narraciones deben ser leídas como leyendas que alimentan el imaginario nacional. Es una obra clave.
Hasta no hace mucho, sostener que existió el Reino de Quito en la Época Aborígen era una necesidad de afirmación del patriotismo. Y negarlo era visto como un acto de traición a la patria, como si se dijera que la nación ecuatoriana carecía de raíces históricas y que el Perú tenía razón en el reclamo de nuestros territorios amazónicos.
Ahora, felizmente, esa polémica ya está superada. Pero todavía hay mucho por conocer en nuestro pasado y esta sigue siendo una cuestión de gran interés.
La historia antigua
Cuenta Juan de Velasco, en su ‘Historia del Reino de Quito’, que el territorio que va entre las actuales Pasto y Loja fue originalmente ocupado por pequeños reinos. Hacia el año 980, uno de ellos, el “primitivo Reino de Quito”, fue conquistado por los caras, pueblo venido de la Costa, liderado por Carán. Sus sucesores, los shiris o reyes, extendieron sus dominios, formando un reino cuya capital fue la gran ciudad de Quito. Tenían un sistema de cuentas, eran buenos tejedores y curtidores de pieles. Adoraban al sol y a la luna, enterraban a sus muertos en montículos o tolas. Tenían régimen monárquico en que el soberano se lo llamaba ‘Shiri’ o ‘Scyri’.
Hacia 1300, el matrimonio de Toa, hija del Schiri XI, con Duchicela, hijo de Condorazo, soberano del reino puruhá, amplió el reino, que se extendió mediante alianzas con pueblos adyacentes. Luego del reinado de Autachi Schiri XIII, gobernó su hijo Hualcopo Schiri XIV, que enfrentó la invasión del inca Túpac Yupanqui. Cacha Schiri XV, sucesor de Hualcopo, enfrentó al inca Huayna Cápac, pero fue derrotado y murió. Su hija Paccha fue proclamada schiri. La resistencia caranqui terminó en una masacre en Yahuarcocha (lago de sangre). Huayna Cápac se casó con Paccha. De la unión nació Atahualpa que, muerto el Inca, heredó el Reino de Quito y enfrentó a su hermano Huáscar, heredero en el Cuzco. Atahualpa venció, fue proclamado Inca y enfrentó la conquista española.
La polémica
Velasco fue un jesuita riobambeño, expulsado de Quito en 1767, con los miembros de su orden. Refugiado en Italia, escribió su Historia hasta 1789, pero solo fue editada en 1846. La obra fue vista como base del naciente Ecuador y su versión sobre el Reino de Quito se consideró historia oficial.
Federico González Suárez, nuestro máximo historiador, tuvo reparos a la versión sobre el Reino de Quito, pero fue su discípulo Jijón y Caamaño quien la cuestionó. Autores como el español Marcos Jiménez de la Espada fue muy radical en su descalificación. Se inició así una polémica en la que Velasco tuvo muchos defensores.
Los críticos argumentan que Velasco escribió su obra de memoria, con poca base documental; que su entusiasmo por destacar al Quito que él vivió le llevó a imaginar un “reino” que ningún otro historiador o cronista menciona. En excavaciones arqueológicas no hay rastros de los shiris o de la gran ciudad de Quito que habla Velasco. Las investigaciones descubren señoríos étnicos de gran desarrollo en el actual territorio ecuatoriano, pero no un Estado unificado.
Los defensores de la existencia del Reino de Quito dicen, por su parte, que las pruebas fueron destruidas, que faltan investigaciones arqueológicas, que quizás el “reino” era una confederación permanente. Argumentan que la versión de Velasco es base de la identidad nacional de Ecuador, especialmente para el reclamo territorial ante Perú, pues prueba que el país existía antes de la invasión inca. En medio de la polémica se consideró a Velasco de falsario. Sus cuestionadores, en cambio, fueron acusados de antipatriotas.
La investigación establece que no pudo existir el reino que describe Velasco. No hay base histórica para los shiris. Había en tierras de Quito un cacicazgo importante como centro de intercambio y comercio, pero no era un reino de grandes proporciones. Los señoríos étnicos del norte andino se aliaron ante la invasión inca, pero eran distintos al estado que Velasco describe. Aunque hubiera existido, el Reino de Quito no puede verse como el antiguo Ecuador.
Según el propio Velasco, abarcó solo la Sierra centro norte. No incluyó a los cañaris ni a los pueblos costeños que también ocuparon el territorio del actual Ecuador, que está integrado también por otros espacios regionales distintos a Quito.
Una visión positiva
Velasco fue un criollo lúcido, ilustrado y humanista, que escribió su obra para destacar que el Reino de Quito del siglo XVIII, su país, tenía grandes recursos, raíces y personalidad histórica, como otros del Nuevo y el Viejo Continente. Su Historia fue expresión de la identidad que surgía en la Hispanoamérica de su tiempo. Entonces Quito se definía como entidad política y fue eje del ulterior proyecto nacional ecuatoriano. Pero no fue el único. Teniendo esto en cuenta, la Historia de Velasco tiene las fortalezas y debilidades de una visión centrada en Quito, cuando la realidad es más amplia.
No se debe soslayar el inmenso mérito de Velasco al historiar nuestro pasado, al indagar su evolución y sus protagonistas. Su obra es un aporte amplio al conocimiento del país e Hispanoamérica. Trata de muchos temas de calidad no discutida, aparte del Reino de Quito preincásico.
No se debe cometer el error de juzgar una obra rica y amplia por falta de base empírica de una de sus partes, pero tampoco se puede mantener incuestionada la versión de Velasco. Más bien se deben apreciar los grandes avances de los pueblos del norte andino en el desarrollo de la agricultura, el comercio y la constitución de cacicazgos o señoríos étnicos con caracteres políticos avanzados.
Debemos valorizar la versión del Reino de Quito, sus gobernantes y guerras, que Velasco narra con entusiasmo, por su calidad literaria y contenido mitológico. Esas hermosas narraciones deben ser leídas como leyendas que alimentan el imaginario nacional. La Historia de Juan de Velasco es una obra clave de Ecuador. No solo fue el primer intento de historiar su pasado, sino que, con ello, puso una de las bases de la identidad de nuestro Estado-nación.
*Enrique Ayala Mora, político, historiador, exrector y profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.