La historia del toreo en el país se contó en una cantata

La vaca loca es uno de los personajes principales de las festividades taurinas populares. Estas celebraciones apelan al mestizaje. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

La vaca loca es uno de los personajes principales de las festividades taurinas populares. Estas celebraciones apelan al mestizaje. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

La vaca loca es uno de los personajes principales de las festividades taurinas populares. Estas celebraciones apelan al mestizaje. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

El baile, la música y el teatro se conjugaron para contar la historia del toreo en el Ecuador. Cerca de 200 artistas en escena actuaron en una cantata para la afición taurina de Riobamba.

Las luces de la Plaza de Toros Raúl Dávalos, en Riobamba, se apagaron por unos instantes y cuando se encendieron, en el centro apareció un hombre que vestía un traje ajustado y un gran sombrero.

Con una voz gruesa y sin necesidad de utilizar el micrófono anunció la llegada de los toreros a la plaza. Se trataba del pregonero, un personaje que según las investigaciones del Municipio de Riobamba, era el encargado de comunicar los eventos trascendentes y las noticias de interés general en la antigüedad.

“Aquí empieza la magia y la historia, la fiesta popular de los toros”, dijo el pregonero, interpretado por David Villalba. En los graderíos, decenas de niños y adultos que acudieron a ver el espectáculo gratuito aplaudían entusiastas, incluso antes de que comenzara la interpretación escénica.

“La idea es educar a la gente sobre la tauromaquia, que es parte de nuestra identidad como riobambeños y de nuestra cultura. Con estos espacios buscamos atraer la atención del público infantil y juvenil para que estas tradiciones no mueran”, afirma Balvanera Cruz, directora de la Unidad de Turismo del Cabildo y organizadora del evento.

En la segunda escena, las bailarinas del colegio Thomas Jefferson, de Riobamba, mostraron el baile flamenco. Las jóvenes bailarinas que vestían trajes rojos con encajes negros representaron a la cultura española, donde se originó la tradición taurina. En esta parte del espectáculo también hubo música y toreros que iban montados a caballo.

“Los españoles nos trajeron los toros y el juego. Las primeras haciendas ganaderas le pertenecieron a las congregaciones religiosas, pero debido a las buenas condiciones de los páramos para los animales, poco a poco se fueron popularizando en la Sierra centro de lo que hoy es el Ecuador”, explica Mariano Cruz Ordóñez, matador, que además es investigador taurino.

En la puesta en escena, se reflejó cómo las tradiciones españolas se adaptaron a las condiciones que propiciaban el mestizaje, para luego dar paso a una cultura taurina propia. “La fiesta taurina siempre fue popular e involucró a gente de todos los estratos. Por eso la gente mestiza interpretó a su modo la cultura española y así surgieron los toros de pueblo”, es el ejemplo que da Cruz para reforzar la tesis de la participación indígena en esta tradición.

Durante la presentación de la cantata, el pregonero explicó con detalle cada elemento del toreo y su significado a la audiencia que participó en este evento. Los caballos, los toreros que participaron en la Feria Taurina Señor del Buen Suceso y los músicos de la Banda Municipal que interpretaron el tradicional pasodoble también fueron parte del show.

Pero el toque de alegría lo pusieron los bailarines del Centro Cultural Chakana. Ellos fueron los responsables de mostrar cómo la tauromaquia se volvió un fenómeno intercultural en el Ecuador.

Su actuación mostró primero cómo los toros se adaptaron a los páramos del Ecuador. En un inicio los colonos intentaron criarlos en las costas, pero los animales ascendieron a los páramos por las quebradas y allí se instalaron, finalmente, las haciendas ganaderas.

“Los indígenas que trabajaban en las haciendas se convirtieron en parte esencial de la tradición taurina, porque fueron ellos quienes aprendieron a cuidar de los animales. Los toros de lidia requieren atenciones especiales”, contó el pregonero al público, que escuchaba con atención.

Los bailarines contaron la versión indígena de la fiesta taurina al ritmo del Toro barroso, una canción escrita por los hermanos Valencia en homenaje a un popular animal que vivió en los páramos de Chunchi, un cantón de Chimborazo. “Era negro, alto y muy bravo. Él bajaba del páramo solo cuando quería, si no, no había poder humano que lo trajera. Incluso, a veces cuando había fiesta, el toro venía solo, tenía una personalidad muy peculiar”, cuenta Fausto Moncayo, uno de los propietarios de la hacienda Launag, en Chimborazo.

Este personaje es el símbolo de los toros de pueblo. En esa fiesta el animal no muere, e incluso puede ser toreado por los hombres y mujeres más valientes para obtener como premio las colchas, finamente bordadas, que los animales lucen en sus lomos.

“Nos tomó cerca de cuatro meses investigar cómo los indígenas de Chimborazo acogieron la tradición taurina para poder armar esta puesta en escena. En nuestra investigación identificamos también a otros personajes tradicionales que participan en la fiesta taurina más popular, como los priostes y las vacas locas”, dice el coreógrafo Wilmer Ortiz.

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