El doctor en ciencias biomédicas Iván Moya encabeza esta investigación publicada por la revista Science. En ella participan investigadores de la Universidad de Lovaina y de la UDLA. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
El segundo cáncer más mortal en el mundo es el hepático. Es especialmente letal cuando involucra a los conductos biliares. Se lo ha estudiado mucho, con enfoque en las células malignas, y prácticamente no existe una cura efectiva.
Iván Moya, un biólogo ecuatoriano de la Universidad de las Américas (UDLA), encabeza un equipo que busca combatir la enfermedad desde otro ángulo: el microambiente en el que se desarrollan los tumores hepáticos. La revista científica especializada Science publicó el resultado de la investigación de este especialista en ciencias biomédicas.
A Moya siempre le interesó cómo funcionaban las cosas. Después de obtener su título universitario en el Ecuador, Moya centró su atención en cómo operaba el cáncer.
Tuvo la oportunidad de hacer su doctorado y posdoctorado en biomedicina en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Allí descubrió que prácticamente todos los estudios sobre el cáncer se enfocaban en las células oncológicas.
A este académico le pareció importante ir más allá e indagar en el microambiente en el que se desenvuelven las células malignas, es decir, dentro del órgano que afectan. Esta curiosidad lo llevó a descubrir mecanismos de interacción de estas con las células normales. La investigación la realizaba, ya graduado, en el laboratorio de su universidad, en Lovaina.
Moya decidió regresar al Ecuador hace dos años y empezó a trabajar en el Laboratorio de Investigación de la UDLA, en Quito. Sin embargo, no se desligó de su equipo en Lovaina y siguió indagando el entorno de los tumores cancerígenos. Lo hace junto a 20 expertos de la universidad belga y, al mismo tiempo, encabeza un grupo de investigación, integrado por dos colaboradores y seis estudiantes de la UDLA.
El estudio se hizo en ratones y usaron modelos que permitieron la expresión de oncogenes (genes relacionados con el cáncer) en el hígado de los roedores. Esto fue para formar tumores intencionalmente.
Luego, trabajaron con un gen responsable de la regeneración del hígado en los propios ratones. Se activaron así las células alrededor del tumor para que estas se regeneren.
Este gen recibe el nombre de Yap. Al hiperactivarlo, el hígado responde poniendo en funcionamiento un programa que elimina los tumores. El gen Yap pertenece a un grupo de genes que regula el crecimiento de los órganos.
El científico descubrió que es posible desactivar, reactivar, e incluso, hiperactivar esta función en las células que conforman el tejido hepático que rodea al tumor maligno.
Moya encontró que las células alrededor de este montan una respuesta de defensa. Es similar a la regeneración celular de los tejidos que se activa cuando nos lastimamos.
El gran hallazgo fue comprobar que la primera presencia de un tumor en el hígado pone en funcionamiento este programa genético de regeneración de forma ‘suave’.
El equipo encontró que, si apagaban este mecanismo con herramientas genéticas, los tumores crecían mucho más rápido. Y si es que hiperactivaban la función, las células malignas eran eliminadas.
El oncólogo Gerardo Silva dice que el hallazgo podría cambiar las estrategias terapéuticas contra el cáncer hepático. Moya afirma que todavía es temprano, pero han descifrado un fenómeno completamente desconocido y que parte de mecanismos naturales del organismo.
Para Silva, este método es análogo a la excitación del sistema inmune para atacar al cáncer, que ya cuenta con terapias desarrolladas. Al lograr activar las células del tejido aledaño, el resultado es la eliminación del tumor in situ. Esto es algo que siempre se busca: no afectar al resto del organismo del paciente.
Moya recuerda que los oncogenes suelen conferirle a una célula normal propiedades extraordinarias no deseadas, como supervivencia extra, hiperproliferación y vulneración de controles para trasladarse a otras partes y provocar una metástasis.
Además, hay oncogenes específicos que hacen mutar a las células, incluso para que adquieran características distintas a las de su origen. Por ejemplo, una, tipo A, propia del hígado, puede transformarse en una B de un ducto biliar, convirtiendo el cáncer hepático en uno diferente. Un verdadero ‘Frankenstein’.
El investigador considera que en el futuro se podría pensar en estrategias de tecnología genética o de drogas que puedan hiperactivar la respuesta regenerativa para eliminar los tumores. Además, falta conocer si el mecanismo es general o solo del hígado.