Esta pregunta ronda por los pensamientos y sentimientos de mucha gente, en especial de aquella que nació y sobrevivió en las últimas décadas del siglo XX. El mensaje del “hombre nuevo” caló hondo en los jóvenes de la época, quienes cifraron esperanzas en un cambio posible para nuestras sociedades.
El contexto es clave para intentar una aproximación, y entender las causas de los fenómenos más significativos que marcaron a una generación. Me refiero a las décadas de los 60-70. El marco de referencia mundial fue la guerra de Vietnam, los movimientos musicales masivos, con Woodstock a la cabeza; la llegada del hombre a la luna, la alianza para el progreso, la revolución de los jóvenes en París, “El hombre unidimensional”, de Herbert Marcuse; la revolución cubana y la muerte del Che Guevara en Bolivia; el concilio ecuménico II, la teología de la liberación, los encuentros de Medellín, Puebla y Santo Domingo; la década de la mujer; el movimiento de los no alineados…
El “hombre nuevo” fue un paradigma que llevó a muchos jóvenes a organizarse y tomar opciones: los más radicales, por la universidad revolucionaria, las manifestaciones, la gratuidad de acceso y la acción de grupos rebeldes (Urge, Cristianos por la Liberación, Alfaro Vive, carajo, entre otros); los acomodaticios y arribistas, instalados en el sistema que impugnaban; y los indiferentes, casi una mayoría -rebeldes sin causa-, que esperaban que otros cambien.
Laicos, curas, monjas, ateos y agnósticos proclamaron la llegada del “hombre nuevo”, con una Iglesia militante -para muchos profética-, que fue la voz de los que no tienen voz: Juan XXIII, Leónidas Proaño, Elder Cámara, Leonardo Boff, Juan Palomino Muñoz, Camilo Torres… marcaron la diferencia.
Sería interesante diseñar un estudio integral e interdisciplinario, para responder a la pregunta planteada, y discernir sobre si el “hombre nuevo” todavía está vigente. Porque me queda la duda sobre la preexistencia de muchas pobrezas -y no solo la económica- que persisten en un modelo de sociedad inequitativa e insolidaria en el siglo XXI, con la supuesta hegemonía del neoliberalismo.