Ayer volvieron las marchas a Quito y, más allá de las tensiones en las calles céntricas, hubo un encuentro entre los alcaldes y el Presidente, pero la solución luce lejana.
Mientras el Ministro de Finanzas anunciaba la instauración de mesas de trabajo tripartitas (Gobierno, municipalidades y Asamblea Nacional), varios alcaldes prefirieron la vía extrema de la huelga de hambre.
El frío de Quito y la mascarilla aguarda a los alcaldes que optaron por esa vía de protesta al ver que no llega la solución que anhelaron.
El problema es que el presupuesto señala unas cifras y los desembolsos del Gobierno Central sufren atrasos considerables. La versión de los cabildos muestra que el pago de las planillas de sueldos de los empleados, servicios como el agua y la recolección de basura sufren severos desajustes en las arcas municipales.
Los atrasos en los pagos obligados oscilan. Esmeraldas y Eloy Alfaro se encuentran ya en situación crítica. Otro aspecto clave es que las responsabilidades de los municipios y de la asunción de ciertas autonomías es absolutamente asimétrica.
Hay municipios grandes con capacidad de gestión. Hay otros que apenas tienen planes e ideas para pasar con los mínimos indispensables.
Frente a la penuria fiscal, el Gobierno ha efectuado ajustes considerables, para paliar la baja del precio del petróleo y la disminución de recaudación tributaria, pero la tesis oficial es que no se ven esfuerzos ni de ahorros ni de priorización en algunas de las estructuras de los Gobiernos Autónomos Descentralizados.
Pero frente a protestas con algunos desmanes antes de que el Presidente abriera las puertas de Carondelet, queda una sensación bastante amarga: falta mucho para que las mesas acuerden temas con caminos razonables y más tiempo todavía para que la Asamblea pueda poner en vigor cualquier acuerdo.
Mientras tanto, la foto que rememora otros tiempos de disputas vuelve a la palestra. Marchas, diálogos y huelgas de hambre como medidas extremas. Todo por el dinero que hace falta, que no llega.