Sistema político corrupto

La democracia en el Ecuador es una mascarada, donde la mayoría de los políticos perdieron el norte, sustituyendo el noble ideal de “servir al país” por el grito de “robar al país”. Y por favor, no me vengan con eufemismos. Nos roban a través de los contratos públicos -quién no lo sabe-, enriqueciendo ilegalmente a muchos gobernantes, funcionarios públicos y empresarios ambiciosos que, sin importarles el futuro de sus compatriotas, amasan fortunas y vida de lujos.

Pero lo más indignante es que, a estos delincuentes, que destrozaron la economía del país, le rendimos tributo con salarios elevados, y algunos con una pensión vitalicia, -da repugnancia-. Pero la cosa no queda ahí, hay que sumarle la inacción de un Poder Judicial y de una Asamblea Nacional que tienen rabo de paja, incapaces de velar por los intereses nacionales, con un discurso tan amoral que ya nadie les cree.

Con este desolador contexto, me pregunto ¿para qué ir a elecciones? ¿debemos elegir a los nuevos sátrapas? ¿cómo confiar en discursos de cajón y sin fundamento? La clase política ha perdido toda credibilidad. Pero la pregunta más importante es ¿cómo nos libramos de las garras de la corrupción que hunde al Ecuador? Si seguimos de observadores esto nunca cambiará. Estoy a punto de creer que los patriotas solo son un invento de los libros de historia.  

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